Cómo poner precio a tu trabajo. Parte 1

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Me atrevería a decir que ésta es una de las cosas que más miedo dan cuando una decide dar el paso y hacerse freelance o montarse su propia empresa: poner precios.

En mi caso, la crisis de poner precios viene de lejos. Cuando empecé a trabajar en agencias, además de hacer mi jornada laboral allí, empecé a coger algún proyecto como freelance. Y ahí fue cuando me entró el pánico. Ay, madre. Y qué precio les digo. Si yo acabo de empezar. Si no tengo experiencia. Seguro que pongo un precio demasiado alto y no me contratan por ser demasiado caro. Seguro que pongo un precio demasiado bajo y no me contratan por ser demasiado barato. Me entraron todas las dudas habidas y por haber. Claro, cuando yo trabajaba en agencia no ponía yo los precios, ni los negociaba con los clientes. No era algo con lo que me hubiera encontrado hasta ése momento.

La crisis se hizo más grande cuando me puse 100% por mi cuenta. Cuando empecé a ser yo la que gestionaba tooodos los aspectos de mi empresa, incluidos el poner precios y el negociarlos con mis clientes. La tan temida parte comercial de mi negocio. La que pensaba que se me daba fatal y que además no me gustaba. Y el pánico que me entraba cada vez que tenía que enviar un presupuesto o que, peor, negociaba un precio en persona con un cliente.

Gran parte de mis miedos en este sentido vienen de infravalorarme a mí y a mi trabajo. De dar por hecho cosas (que realmente no sabes) como que el cliente no podrá (o no querrá) pagar ese precio porque será demasiado alto. Y ser tú misma la que se lo rebaja mientras está haciendo el presupuesto, antes si quiera de habérselo propuesto al cliente. Todo derivado de las inseguridades. Del miedo. Y ahora me pregunto, ¿del miedo a qué? ¿a que un cliente rechace un presupuesto?, ¿a que el hecho de haber puesto el precio demasiado caro o demasiado barato en un presupuesto concreto destroce tu carrera y nadie más te quiera volver a contratar nunca jamás? Qué absurdo suena cuando lo piensas así. Pero todos estos pensamientos han rondado alguna vez por mi cabeza.

Evidentemente no existe una fórmula mágica para poner precios y si es un tema que abruma a mucha gente y del que se habla poco es precisamente por eso, porque no es fácil. Pero sí que es verdad que con el tiempo vas aprendiendo y cogiendo confianza, cada vez te sientes más tranquila al hablar de dinero y de una forma más natural vas sabiendo con qué precios te sientes cómoda y con cuáles no. También creo que es inevitable que, dentro de tu evolución, empieces poniendo precios bajos y con el tiempo vayas subiendo. Yo creo que lo hacemos todos. A medida que coges confianza, te sientes más segura en tu trabajo y entiendes el valor de éste, empiezas a subir precios. Y no sólo eso, sino que también empiezas a comunicar esos precios de una forma más convencida. Ya no te da tanto miedo enviar un presupuesto. Y te das cuenta de que si no todo el mundo te aprueba los presupuestos, no pasa nada. De hecho, si te aceptan los presupuestos todos los clientes seguramente algo no vaya bien. Siempre habrá clientes que te rechacen un presupuesto y eso está bien, porque seguramente ése cliente no era para ti.

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Una vez escuché un podcast (no soy capaz de recordar cuál era ni a quién entrevistaban) dónde hablaban de la importancia de que el precio que pongas te haga sentir un poquito incómoda. Y me pareció que tenían toda la razón. Por defecto, cuando haces un presupuesto, tú misma tiendes a bajarte un poco el precio. Por eso, si el precio que pones te hacer sentir demasiado cómoda, si crees que ése es el correcto, súbelo un poquito. Sólo un poco, tampoco hace falta fliparse. Pero pon un precio que salga un poquito de tu zona de confort y ése precio estará bien. Porque es cierto que si te sientes demasiado cómoda, es muy posible que ese precio sea demasiado bajo.

Además de la evolución natural de la que hablábamos en nuestra relación con los precios, por supuesto hay algunas cosas que hacen que el poner precios sea un poco más sencillo. Hay estrategias que puedes ir usando para no sentirte tan perdida a la hora de enviar un presupuesto. Y hay indicadores que pueden decirte que tal vez tus precios son demasiado bajos y tienes que empezar a subirlos.

Si por ejemplo trabajas demasiado pero no te salen las cuentas, lo más seguro es que estés reventando precios. Que estés cobrando un precio demasiado bajo por tus servicios. Si te encuentras en esa situación, puedes empezar a subir tus precios en los siguientes proyectos que hagas, a ver qué pasa. Lo más probable es que te acepten esos próximos presupuestos y que puedas ir subiendo precios y cogiendo más proyectos. También puedes calcular cuánto quieres cobrar al mes, cuántas horas quieres dedicar a tu trabajo y hacer el cálculo de cuántos proyectos tienes que coger y a qué precio para que te salgan las cuentas.

Otra de las formas de empezar a mejorar eso es valorar los proyectos que te salen más a cuenta y los que no. Por ejemplo: hay proyectos pequeños por los que no puedes cobrar mucho (un ejemplo de diseño gráfico podría ser el diseño de un flyer) pero que a nivel de gestión te llevan el mismo tiempo que otros proyectos más grandes. Proyectos en los que, a pesar de que el tiempo de conceptualización y diseño que te van a llevar no sea mucho, el tiempo de hacer el presupuesto, reunirte con el cliente y enviar emails sea el mismo o casi el mismo que el de un proyecto más grande (y por que el puedes cobrar más). Entonces, es bastante posible que este tipo de proyectos pequeños no te salgan a cuenta y sea mejor focalizarte en proyectos más grandes.

En la segunda parte de este post hablaré más en profundidad de recursos, herramientas y estrategias que a mí me han sido de utilidad y que tengo en cuenta a día de hoy para elaborar un presupuesto. Espero que os sirva este pequeño resumen de mi experiencia y mi opinión y, cualquier cosa que queráis comentar conmigo podéis hacerlo por aquí, por email o por instagram. ¡Estaré encantada de charlar con vosotros sobre este tema!

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